Carlos Dante Ferrari
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REPORTAJES

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POSTALES DE UN ATARDECER MADRYNENSE

Dos poemas del volumen «Silencios Desatados»

UNA PÁGINA EN BLANCO Una página en blanco / es el espejo / de las dudas / que se sufren callando. / Es la pantalla / donde desfilan / a tientas / e inasibles / las ilusiones, la risa / o el espanto. / Cada página en blanco / es una inmaculada promesa / de palabras / por escribir, / con pena / o con encanto. / Una página en blanco / prefigura el misterio / de un camino / nuevo, / de una puerta abierta, / de un sitio / no hollado. / Frente a una hoja de papel / en blanco / desato mis silencios / ungidos de palabras / para que vuelen / y se posen / sobre ella / como si fueran / pájaros. BOGA SIN ANCLAS En esta urgencia impostergable / por capturar lo efímero / los sabores se mezclan / me confunden los brillos / hay mixtura de aromas / de contactos, / sonidos, /  preanunciándome un viaje / que sospecho / infinito. / Tenuemente vislumbro / dilatados caminos / y aunque quiera quedarme / sé que ya habré partido / hacia donde no hay Tiempo, / donde todo ya ha sido / para volver a serlo / en un plano distinto. / Y al fin caigo en la cuenta / de que atrapar lo efímero / es ideal, prescindente, / insondable, anodino, / pues bogamos sin anclas / sobre instantes continuos, / mientras sigue fluyendo / en el Cosmos / el río…

Fragmento de la novela «El Riflero de Ffos Halen»

Con el nombre heredado de los árboles que alguna vez resignaron su verticalidad para darle figura de navío en un astillero de Aberdeen, el Mimosa, según lo bautizan grandes letras pintadas en los flancos, flota ahora en la inmensidad del Atlántico como un madero frágil librado a su suerte. Mimosa. Es como si la palabra enunciara un conjuro, una advocación a la doncella deseada, a esa tierra lejana e ignota que unos peregrinos aventurados —pasajeros de su propio ensueño— se han lanzado a seducir a través del océano. El maderamen parece tener su propia voz, y se diría que el mar se complace en hacerlo gemir (...) En ese instante Megan queda paralizada. Los ojos de David la han sorprendido entregada ingenuamente a su atracción, agitada por esa risa fresca y aguda que él logró arrancarle al pronunciar la última frase. Sus miradas se cruzan durante algunos segundos. Las pupilas del joven fulguran ante esa belleza que él viene admirando en secreto hace varios días, desde que la vio por primera vez en Liverpool.

Fragmento de la novela «Visiones en la Torre»

He estado toda la tarde recordando los primeros días aquí. Todavía se libra en mi mente un conflicto entre dos imágenes muy opuestas de la torre. Cuando cierro los ojos, las retinas me devuelven la mole de piedra majestuosa que solía contemplar en aquellos paseos desde la otra orilla del Támesis, siendo un joven soñador y optimista. En esa época fantaseaba con la idea de formar parte de las tropas reales –quizás de la caballería– y recibir adiestramiento dentro de esta fortaleza, a la que imaginaba como un ámbito glorioso, inalcanzable. ¡Qué paradoja! Quiso el destino en cambio que la única vez que pude cruzar la falsabraga y el puente para conocer el lado interno de los muros, viniera engrillado (...) Cuando los guardias me condujeron por último a este calabozo creí que iba a estar solo, completamente aislado. Por esa razón me sorprendió encontrar aquí a un acompañante, alguien con quien al menos podría hablar y desahogarme. Creo que fui afortunado, y no sólo por haber contado con esa compañía, cuya ausencia hace hoy más dolorosa mi espera. Mucho más es lo que le debo a ese hombre.

Fragmento de la novela «Ritual de siesta»

(...) Y…, vos viste como son estas cosas. En todas partes pasa lo mismo: el más débil siempre la liga. Mirá, no es que yo me las quiera tirar de filósofo, pero después de muchos años, esto lo tengo clarito, viejo: en los pueblos como el nuestro, cada uno termina siendo su propia caricatura. Sí, sí: así como lo escuchás, hermano. Vos te reís, pero fijate una cosa: la gente tiene una visión crítica de los demás, ¿me entendés…? Es una combinación de perversidad con un toque de indolencia, digo yo: te miran, te observan (total, generalmente no tienen nada que hacer la mayor parte del día), te van sacando los defectos y de a poquito terminan haciendo de vos una especie de retrato popular. ¿Captás lo que te digo? Te clasifican, te sacan el detalle y te bautizan. Es lo más parecido que hay a esas tiras cómicas, a las caricaturas, ¿me entendés…? Y una caricatura, viste, es algo genial, como las del Tano Marras, que te saca la ficha en cuatro trazos. ¡Genio total! Es increíble porque vos la mirás y decís: ¡este es fulano! Así, desde el vamos, sin dudarlo (...)
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